Por sentimientos vamos a comprender a aquellas variantes de la
experiencia que devienen del dolor o del placer; al igual que las
emociones están muy relacionados. Los sentimientos se despliegan a través
del tacto, del olor, o cuando miramos una obra de arte, o escuchamos
aquella música que puede remitirnos a algún lugar recordado por nuestra
mente; los sentimientos constituyen una vivencia específica producida por
una percepción. A su vez, la percepción es el mecanismo a través del cual
comprendemos; se vale de tres momentos: la observación; los recuerdos
sensibles y las interpretaciones que hacemos. Estos tres momentos se
enlazan con las emociones para dar lugar así a la respuesta que se hará
visible a partir de los actos. Podemos colegir que las emociones irán a
influir en la interpretación que hacemos de un hecho; acto o situaciones
que nos toca vivir; pues construimos la realidad que vivimos influidos por
nuestras emociones.
En general en esta sociedad modernizada hemos tratado de modo bastante
displicente a los sentimientos y emociones; culturalmente, emociones y
sentimientos han sido signados a ser reprimidos; no dichos, ocultados;
pues han sido asociados a algún tipo de debilidad de carácter; baste
recordar que hasta no hace mucho en algunos países los modelos culturales
signaban a las manifestaciones emocionales o sentimentales como una forma
inadecuada de comportamiento. En la actualidad, esto ha cambiado, las
nuevas generaciones muestra una frescura y desenfado para decir lo que
sienten; pero aun así persiste aquello del ocultar; por miedo al rechazo,
por miedo al sí; por miedo en general. Entonces abordamos nuestros
sentimientos valiéndonos de pastillas, estimulantes, religiones,
ejercicios físicos, intelectualizaciones y todo aquello que creemos puede
ayudarnos a soportar la insoportable tarea de reconocer aquello que nos
pasa mas allá de nosotros mismos.
Muchas veces nos encontramos diciendo "no sé cómo expresar lo que siento"
y es una gran verdad. Aunque no es porque nos falten palabras,
sino porque falta internalizar el sentimiento como algo funcional que
responde a objetos y acontecimientos que los preceden y dejarlo expresar
sin censuras, sin importar el después. Somos seres cuya finitud nos
preocupa sobremanera, aunque de modo callado; se ponen en marcha una red
de mecanismos para interpretar esos sentimientos; pero la interpretación
de los sentimientos se vivencia cómo un retorno de lo reprimido; y es en
esa interpretación que tiene un rol importante los pensamientos. Estos a
su vez desencadenan emociones, levemente diferentes de los
sentimientos.
Las emociones poseen una fuerza arrolladora que tiene como resultado
una respuesta emocional intensa que se expresa fisiológicamente;
gestualmente o verbalizando. El poder de una emocionalidad intensa es tal
que la única manera de transitarla es desde la comprensión y
reconocimiento de nosotros mismos, apelando a una emocionalidad positiva
más intensa que pueda suplirla. Reaccionar y sentir de forma más apropiada
y por tanto actuar de manera más eficaz para lograr las metas que nos
hemos propuesto. Lo que se tiende es a lograr el control de uno
mismo.
Lic. Cristina de la Vega, Psicoanalista MN 65887 – Lic. Ciencias de la
Comunicación; Especialista en Inteligencia Emocional; Liderazgo y
Comunicación.
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