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domingo, 19 de marzo de 2017

Decir no, o malestar emocional

Lic. Cristina de la Vega MN 65887

¿Cuantas veces en tu trabajo, con tus relaciones, con la pareja, con la familia has podido decir No sin generar un conflicto mayor?


La exteriorización del no, suele conflictuar a una gran parte de las personas. A veces podemos preguntarnos ¿Qué pasa si digo no?, que consecuencias tendré? Entre otras tantas pregunta. En algunas ocasiones percibimos un sentimiento fuerte de culpabilidad. El no es uno de los ejercicios comunicaciones más complejos de llevar a cabo.
Sentirnos culposos por haber dicho no o bien por intentar decir no es quizás una de las sensaciones que no siempre estamos preparados para afrontar. Pero tal vez el mayor problema se presenta cuando se dice no y no se pudo sostener en el corto o largo tiempo. Y ahí vamos diciendo si, casi sin querer hacerlo generando al  final un conflicto mayor y en algunos casos hasta evitable.

El no al igual que el sí, pueden conceptuarse como elementos emocionales vitales en el proceso de  socialización del ser humano; nos constituyen en el decurso del tiempo desde nuestra infancia hasta nuestra vejez. Cuando un niño dice no ejercita su capacidad de limitar la acción del otro sobre sí; así dice que no a la comida, al baño, a salir, etc. aunque aún pueda racionalizar las consecuencias o por lo menos de evaluar la situación. Lo que hace en realidad es ejercitar su personalidad. Es también un ejercicio de individuación, el no en un niño es colaborativo para ir separándose; para transformarse en un individuo independiente. Esta etapa es muy importante en el desarrollo de la personalidad.

Es el proceso de socialización un espacio de aprendizaje  de conductas sociales que fortalecen los procesos de convivencia entre los seres humanos. Y el no como elemento vital de nuestro lenguaje, coloca los límites ahí donde se ha traspasado. Ese límite que ponemos viene a colaborar en nuestra autoestima no posiciona ante nosotros mismos en un lugar de valor, pone en juego nuestra capacidad de reconocernos seres libres y decisionales. Ahora bien, el no también es un elemento de conflictividad comunicacional y por tanto emocional. Esto debería ser claro para todos, nos sitúa en un escenario de conflicto, pues quien tenemos enfrente no siempre encuentra la forma adecuada para respetar y aceptar el no. En realidad el no para cualquier situación propone una diferencia de criterio; conceptualiza desde el individuo y deja entrever las diferencias de criterios, de pensamientos, de modos de hacer.  Poder decir no a tiempo nos aleja de una conflictividad futura, no ya con quienes interactuamos sino con nosotros mismo y para ello resulta necesario trabajar en el proceso de equilibrio emocional.

Si pensamos al ser humano como una célula en su funcionamiento podemos dar cuenta de una “membrana limitante” que separa el medio externo del interno. En el medio interno o realidad interna se podría encontrar la diferencia entre estados de felicidad y estados angustiosos, dependiendo de los contenidos de esa realidad interna. Ahora bien, esos contenidos se fueron construyendo desde nuestro estado fetal, luego nacimiento y posterior desarrollo individual. Lev Vigotsky  [1]habla de Procesos Psicológicos Superiores que se originan en la participación del sujeto en las actividades compartidas con otros; estas en su gran mayoría nos vienen impuestas por nuestro entorno social. Desde este punto de vista, muchos de nuestros conflictos relacionales tienen su raíz en la dificultad de decir no y sostener la convicción del no. Esta convicción no debería ser un acto caprichoso  o  irracional sino la resultante de haber evaluado el escenario que hace necesario ese no como limitante para lograr un estado de bienestar emocional; no solamente con quienes interactúo sino conmigo mismo.

En otros momentos el no es la resultante del miedo; de la inseguridad en nuestros recursos para afrontar el conflicto en ciernes o una errada percepción que decir no traerá consigo una crisis o conflicto. El No es una defensa contra conflictos básicos, aunque en un principio no lo parezca así.  Estos conflictos básicos pueden en muchas ocasiones provocar estados angustiosos;  represiones que conducen a un escenario no siempre fácil de compensar y que conllevan ejercer “defensas” frente a ese escenario. Si viésemos la situación desde afuera podríamos pensar que este escenario se complejiza justamente porque en algún momento del proceso del conflicto no hemos podido decir no o bien cambiamos un no acertado por un sí forzado. 

Podemos pensar  también el no sin la implicación de posición negativa cuando es utilizado como recurso de sostenimiento de los límites y de nuestra individuación, porque los hechos no siempre estarán a nuestro favor y por tanto deberemos adoptar posiciones y ello requiere comprender la importancia de cultivar las fortalezas individuales. Pensar alejando el catastrofismo como catalizador de la situación vivenciada nos habilita a pensar el no como la mejor salida a un escenario donde se pone en juego las reales posibilidades de dar cumplimiento a nuestros deseos y acompasar con el  deseos del otro. Y aquí radica la importancia del no para nosotros como individuos en relación con su entorno. El No dicho de modo adecuado, sin enojos, sin prejuicios, con la total convicción de lo que creo y pienso, es un no emocionalmente adecuado para nuestra salud mental.
 Aprender a decir no  -© Todos los derechos reservados – Prohibida su reproducción total o parcial. Buenos Aires, Abril 2016.
[1] Vigotsky Lev – Teoría Socio Histórica 

Sentimientos, Emociones y emocionalidad ©

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