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martes, 26 de mayo de 2020

LA SALUD EMOCIONAL EN TIEMPOS DE CUARENTENA©


Lic. Cristina de la Vega


Claramente la situación global del Covid 19 ha llevado a todos a replantearnos varias áreas de nuestra vida. Seguramente nada volverá a ser como antes.  Queda entonces claro que lo que llamamos normalidad, es una construcción que el ser humano necesita para resistir a la incertidumbre. Nada fue igual después de las torres gemelas, cambio y luego normalizado nos acostumbramos a ello. Ahora seguramente luego del Covid 19 ocurrirá algo similar, es condición humana, normalizar sus comportamientos.

Algo que en muchos países era del terreno de las empresas más innovadora, que sus empleados trabajaran desde sus hogares, hoy es casi una conducta naturalizada. Tendremos que plantearnos no solamente aquello vinculado a lo laboral sino también al espacio familiar.
Este tiempo de convivencia familiar obligatoria, de 24 horas, durante más de 50 días y con proyección a una temporada más grande, nos impone pensar y replantear nuestro modelo de convivencia familiar que, hasta el advenimiento del Covid19, resultaba de una fragilidad lógica y en concordancia con los tiempos que viviamos.

En esta convivencia cuarentenal, fueron planteados diversos escenarios en un mismo grupo familiar. Ya no son los 15 o 20 días de convivencia full con los integrantes del grupo familiar, ahora requiere de convivir con las dinámicas de cada uno de ellos en las 24 horas; sumando a ello, las preocupaciones lógicas que trae un aislamiento social y laboral; los temores y angustias que aparecen a medida que pasan los días, las semanas y en nuestro país los meses.
Estas situaciones planteadas tanto en lo individual como familiar, laboral y social impactan en cada miembro del grupo familiar. Y cada uno lo gestionará de modo diferente. Adultos, niños y niñas sufren estrés por aislamiento y se suma a ello la ansiedad por aislamiento forzado o ansiedad social. No hay nada más adverso para el ser humano que la obligatoriedad a la pérdida de su libertad; aunque esta tenga una connotación vinculada a la prevención como es en este caso. Estas situaciones colocan a cada uno en camino de conocerse primero a sí mismo y la necesaria pregunta “que tengo que hacer”, “cómo debo hacerlo”.

Es entonces que el futuro ha comenzado a invadir nuestros días y con ello la incertidumbre; el desafío actual es mantener la calma, gestionar la ansiedad y adquirir habilidades para mantener el equilibrio emocional propio y colaborar en sostener a quienes comparten con nosotros nuestra vida.
Esta cuarentena hizo que el cerebro deba aprender a reconstruir cada minuto de este tiempo; aquello que no es sabido y de lo cual no se ha adquirido experiencia previa como es el caso de una pandemia y por tanto no tiene el cerebro referencias donde buscar posibles soluciones.  Este conjunto de factores que aparecen altera la percepción y la incertidumbre genera amenaza, estrés, ansiedad. El escenario de lo cotidiano ha sufrido una alteración; no hay escape; porque en muchos casos las salidas a trabajar o las actividades fuera del hogar conforman un modo normalizado de escape.  Los estados de incertidumbre nos hacen pensar o esperar en el mejor de los casos que lo que viene servirá o será para mejor; en otros casos invade la angustia y el futuro se torna como una amenaza; de aquí puede devenir la angustia, la irritación, el enojo. Es en esta instancia que nuestra salud emocional comienza a deteriorarse; las representaciones dependen de la información que el cerebro ha guardado en relación con experiencias pasadas y sus modos de resolución; pero resulta que no hay información; porque esto es nuevo. Por tanto, la ansiedad gana una parte de la batalla.

Ahora bien, hay un proceso de cambio en ciernes; ¿qué debo hacer?  ¿Resistirme al cambio o prepararme para el futuro? La resistencia implica aplicar una fuerza desmedida; como intentar remar cuando el bote está en la arena. La mejor solución para nuestra salud emocional es prepararnos para el futuro y adaptarnos al cambio. Estar preparados, entrenados emocionalmente, pero también estar preparado para fallar, y es normal, es parte de cualquier proceso. Fallar en esta travesía es algo que puede ocurrir y con ello una cascada emocional que seguramente traerá consigo más estrés y un decaer de la motivación. 

No es el fin; todo fracaso requiere revisar el proceso y cuestionar lo aprendido; entender la energía de “lo que pudo haber sido”.  Es ahí donde una adecuada gestión emocional y el aceptar lo que soy me conducirá a lo que quiero ser.

Lic. Cristina de la Vega                                                                                                        Psicoanalista – Expertice en Inteligencia Emocional Comunicación                                        MN 65887 –                                                                                  www.psicologacristinadelavega.com                   Escríbanos al mail                                                                                                            

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